MÁS FELIZ QUE UNA LOMBRIZ

Érase una vez una idea loca, loca…

El huerto del cole es sinónimo de diversión asegurada y suministro inagotable de buenas experiencias. Las tardes de los martes y jueves ya se han convertido en un clásico en el que las familias participan en todo tipo de labores de mantenimiento, desde podar árboles y parras hasta limpiar los bancales, plantar semillas, regar, o incluso hacer labores de marquetería o manualidades varias. Todo ello posibilita que luego, durante el curso, el resto del alumnado del centro pueda disfrutar de diferentes actividades relacionadas con este recurso. Como no podía ser menos, se pone especial atención en el cuidado y estudio de los vegetales y de la fauna del huerto. Los chavales disfrutan investigando y experimentando con todo lo que encuentran y, precisamente para incentivar esa curiosidad natural, ha surgido uno de los proyectos más chulos y más locos ideado por una de las profesoras del centro, Nuria:

Durante varias tardes las familias, que a fuerza de ir al huerto ya son expertas en todo tipo de bichos, se reunen para, con materiales reciclados, empezar a dar forma a unas pequeñas vermicomposteras. No es trabajo fácil, puesto que hay que fabricar una para cada aula el cole.

Terminado el trabajo con las botellas llega el momento de rellenarlas con tierra y acondicionarlas para recibir a sus inquilinos. No todo vale, hay que tener cuidado con la dieta, porque las lombrices son muy sibaritas. Papás y mamás voluntarios son los encargados de ir visitando cada una de las clases para explicarle a los alumnos todo el proceso. Afortunadamente los pequeños han hecho bien sus deberes y saben perfectamente qué comida es la que más les gusta.

Y llega la parte más difícil. Ahora hay que buscar a los escurridizos gusanos, humedeciendo la tierra primero y revolviendo con paciencia hasta dar con ellos.

Las lombrices, felices, toman posesión de su nuevo hogar y las vermicomposteras se distribuyen por las aulas del cole, ahora ya sí, bajo los cuidados de los niños que se encargarán de alimentarlas y asistirán a su evolución durante los próximos meses. Luego, avanzada la primavera, volverán a ponerlas en libertad para que continúen con su labor en el huerto.

Por si no fuera ya de por sí suficientemente interesate este proyecto, la estrecha convivencia con las lombrices ha tenido también su fruto en forma de cuento; una historia deliciosa ilustrada por Pilar Sánchez-Paus para que los más pequeños aprendan acerca de los beneficios de estos animales, con frecuencia minusvalorados, pero que son auténticos ingenieros de los ecosistemas y fundamentales para mantener el equilibrio del terreno.

Esperamos que la disfrutéis:

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